domingo, enero 18, 2009
Cómo cargarse todas las reglas no escritas de la convivencia...
...Utilizando el aspirador un domingo por la mañana.
martes, enero 13, 2009
Primer día de biblioteca
No había ni dios, supongo que por el frío y la nieve. Y lo que me alegro. Además hacía bueno y estaba Fante.
lunes, enero 12, 2009
Lunes (make me smile)
O lo mismo que sea lunes no tiene nada que ver. Día cuesta abajo, de todos modos. Iba a poner el Make me Smile de Steve Harley, pero no. El maestro toma la palabra:
Y mañana será otro día...
Y mañana será otro día...
11 degrees below zero
Si sigue haciendo este frío durante tres semanas podremos componer así:
Loor y gloria a Sigur Ros. Además de que despertarse y ver la ciudad vestida de blanco no tiene precio.
Loor y gloria a Sigur Ros. Además de que despertarse y ver la ciudad vestida de blanco no tiene precio.
jueves, enero 08, 2009
Hablábamos de caca
La Insoportable Levedad del Ser, del checo Milan Kundera, es un gran libro. Consigue que una trama que en principio no es demasiado atractiva se convierta en adictiva gracias a las conclusiones que se sacan de ella. Es un libro serio, alguno podrían tacharlo de pedante, pero tiene detalles gloriosos como éste:
La mierda es un problema teológico más complejo que el mal. Dios les dio a los hombres la libertad y por eso podemos suponer que al fin y al cabo no es responsable de los crímenes humanos. Pero el único responsable de la mierda es aquel que creó al hombre.
La mierda es un problema teológico más complejo que el mal. Dios les dio a los hombres la libertad y por eso podemos suponer que al fin y al cabo no es responsable de los crímenes humanos. Pero el único responsable de la mierda es aquel que creó al hombre.
miércoles, enero 07, 2009
El olor de la fiebre
Es un olor dulzón. Te mantiene entre el sueño y la vigilia. No es cómodo, pero es interesante: hoy he vuelto a Cork, he llamado a Alicia creyendo que estaría aún allí, pero sólo quedaba Adolfo. No tenía su número. Me he dado un paseo, ha aparecido mi primo y de repente estaba en mi cama, muerto de calor y de sed, con la vista puesta en el reloj que me decía que ya era hora de prepararse para ir a clase. Olía a fiebre, pero no era del todo desagradable. Era un olor dulzón.
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